El picoyo es una madera catalogada como preciosa, conocida también como “oro mapuche” y “ámbar chileno”. El picoyo proviene de la araucaria, un árbol endémico en Chile y Argentina, conocido con los nombres comunes de pewen, piñonero y pino chileno, cuya altura puede alcanzar los 50 metros.
La madera de araucaria es compacta, liviana, fácil de trabajar y de un color blanco amarillento, por eso, era muy cotizada para labores de construcción y carpintería. Específicamente, el picoyo o chuchin, como le llaman en el territorio pewenche de Icalma, corresponde al nudo que se forma entre el tronco y la rama del árbol. Se ha utilizado tradicionalmente para elaborar utensilios cotidianos en el hogar mapuche y como leña, incluso en la actualidad, debido a su alto potencial calórico.
Su uso en la artesanía se ha extendido en los últimos 30 años para la elaboración de diversas piezas decorativas, utilitarias y orfebrería, ya sea como material principal de una joya o en combinación con metales como la plata.
Un factor protector del picoyo, aunque parezca contradictorio, ha sido la dificultad para su recolección. Como su forma y su volumen son incómodos, considerando que se debía trasladar caminando o en caballo, no era posible extraer grandes cantidades de manera individual. Con el paso del tiempo y gracias al uso de vehículos, fue posible trasladar mayores volúmenes del picoyo recolectado.
Actualmente, la araucaria se encuentra en estado de conservación vulnerable (VU A2c), según el Decreto Supremo 51/2008 de MINSEGPRES. Sin embargo, el año 2018, fue aprobada su reclasificación, pues se reportaron signos de enfermedades y muerte de algunos ejemplares en Biobío y la Araucanía.
Gracias a múltiples investigaciones, se ha identificado que la causa de las enfermedades es la Phytophthora lateralis , un patógeno vegetal nativo de Chile, cuyo nombre se traduce del griego como “destructora de plantas” que, debido a un estrés abiótico, producto de una sequía prolongada de 10 años, ha logrado colonizar el tejido de las araucarias e infectarlas de diversas formas. Si bien, la identificación del patógeno es un gran avance, queda mucho por hacer para combatirla desde el ámbito científico.
Investigación realizada por el equipo liderado por el biotecnólogo Alvaro Castro, de la Universidad de California Davis en Chile.
Esta materia prima es una especie endémica que es característica solamente de las zonas templadas de Chile y es posible observar su distribución entre la región del Maule y la región de Los Lagos. Como su rango de distribución es amplio, se le conoce con distintos nombres, entre los cuales está el quiscal en la isla de Chiloé y como kai kai o chupón en la zona del lago Budi.
Según los estudios realizados por Peña-Cortés et al. (2006, 2009), entre los años 1980 y 2004, se ha modificado la dinámica del uso de suelo en el territorio, con una tendencia a la disminución de tierras destinadas al uso agropecuario, debido a la conversión y avance de las plantaciones forestales con especies exóticas y el aumento de la superficie de humedales.
Históricamente, artesanas y artesanos que forman parte de las comunidades mapuche lafkenche que habitan alrededor del lago Budi han trabajado tradicionalmente con el chupón, utilizando sus hojas para confeccionar diversos utensilios cotidianos. Actualmente, las personas dedicadas a la artesanía del chupón son en su gran mayoría mujeres; sin embargo, la familia en general participa en los procesos de elaboración de las artesanías. La pieza de chupón más conocida es la pilwa o wilal, se trata de una bolsa tipo malla de forma trapezoidal con dos orejas en la parte superior.
Para identificar aquellos factores agresores que han perjudicado el crecimiento y conservación del chupón, existen causas internas que se refieren a aquellas acciones producidas por las mismas comunidades y que han impactado negativamente la sustentabilidad de esta fibra vegetal. Una de estas acciones agresoras se vincula con los procesos y técnicas de recolección del chupón, en donde algunas personas, hombres y mujeres, no tuvieron (y no tienen) el conocimiento especializado para la recolección de la planta, lo que pone en riesgo su desarrollo y reproducción para el futuro. Otro factor agresor ya conocido sobre las materias primas es la expansión forestal, que ha tenido una gran cuota de responsabilidad en la sustitución de los ecosistemas en donde crecía el chupón.
Las buenas prácticas y técnicas de recolección son consideradas como un factor protector, que deben ser conscientes y basadas en el conocimiento espiritual y ecosistémico que se tiene del itrofil mogen. Es decir que, cuando se entra a un lugar a recolectar el chupón, ya sea público o privado, las personas están ingresando a un espacio con presencia de otras existencias o vidas, en donde la planta generalmente crece junto a una gran variedad de especies y recursos como, por ejemplo, especies medicinales y comestibles de alto valor simbólico.
Nos referiremos a las materias primas que utilizan principalmente artesanos de la madera del territorio de Villarrica. Esto implica que su extracción no necesariamente está circunscrita a la comuna, sino a las zonas boscosas de Villarrica y a las comunas aledañas de toda la zona lacustre y cordillerana.
Los recursos madereros utilizados por estos artesanos son de gran diversidad, pero lo podrían ser más aún si no tuvieran los problemas que nos han relatado, que tienen que ver con el acceso a las materias primas que se requieren para elaborar sus productos.
Las asociaciones de especies características de esta zona son las siguientes: coihue-raulí-tepa; arrayán-tepa; petra-arrayán; ulmo-tineo; la asociación olivillo-ulmo; y finalmente, lingue-ulmo es una asociación de especies con más baja presencia en el territorio, situación que se ha sido observada también en otras regiones.
Las principales preocupaciones de los artesanos están situadas en lo relativo a lo que podríamos considerar como el componente biótico o ecológico de las especies, pero también su preocupación y crítica se centra en la falta de acciones y reglamentos gubernamentales que los favorezcan en su actividad artesanal.
La extracción de árboles, raíces o troncos presenta una dificultad inherente a su naturaleza y pueden tener varios motivos. Uno se refiere a la distancia para poder encontrar árboles muertos de calidad y que sean logísticamente posibles de extraer. Los factores agresores, asociados a la dificultad para encontrar árboles nativos, se vinculan con la sobre explotación de las especies, terrenos fiscales que en tiempos de dictadura cívico militar fueron entregados a privados y, actualmente, no se pueden acceder a ellos, o al manejo irracional del bosque nativo.
Pero así, como existen causas antrópicas en la escasez de materias primas, los artesanos nos comparten un segundo motivo de dificultad asociada a la extracción y/o acceso: es que la mayoría de los lugares que cuentan con una buena superficie boscosa y con alta diversidad de especies nativas muertas se encuentran en propiedad privada. Si bien esta condición no es poco común, la situación impide su recolección directa del lugar y requiere de una negociación con el propietario del fundo o lugar.
Un tercer factor agresor se relacionaría con los problemas de tipo legal o administrativos que les impediría trabajar tranquilos y sin sentir que están cometiendo un acto ilegal: “nosotros sentimos que andamos ilegalmente. Y si nos llegan a agarrar impuestos internos con CONAF, ellos están en todas las de ganar, porque en este caso estamos siendo ilegales nosotros. Estamos sin ley” (Grupo focal, 2018).
La alfarería se vincula estrechamente al pueblo mapuche y, por lo tanto, su origen se remonta a períodos precolombinos. Numerosas evidencias de su cultura material, como aquellas vasijas que se encuentran en colecciones públicas y particulares, nos permiten constatar que se ha mantenido inalterable con el paso de los siglos.
Sin embargo, ciertos elementos no han podido estar ajenos a los cambios de la sociedad y del medio ambiente, según nos comentan dos mujeres alfareras de larga trayectoria, Julia Matamala Llancao y Sandra San Martín Cáceres.
En relación con los factores protectores y agresores, podemos considerar que la obtención de materias primas está consolidada con una estrategia que le permite mantener su actividad sin mayores inconvenientes. Un factor protector identificado es la buena relación que sostiene Julia con el dueño del predio, quien la autoriza a extraer greda, ya que reconoce en ella una mujer que realiza una función de mucha importancia para la reproducción sociocultural del territorio.
Otro elemento que protege las materias primas es la relación que Julia sostiene con el espacio de extracción, ya que previo a sacar la greda, la wizufe realiza los rituales de reciprocidad con el espacio, solicitando permiso al ngen del lugar y realizando ofrendas a la tierra. En este mismo sentido, la conexión que construye con el espacio y la materia prima, hace que no abuse de la cantidad a extraer y recolecta solo lo necesario.
Si bien existen laboratorios de suelos y centros de estudios que se dedican al análisis e investigación de muestras, la región no cuenta con un estudio de gredas o con un catastro que identifique sitios y vetas de arcillas que permitan su uso para la creación cerámica. Probablemente, lo primero se relaciona con que no ha habido una demanda o necesidad real para llevar adelante una investigación de esta envergadura y, lo segundo, es que se debe considerar que los predios donde se encuentra son privados.
Sandra vive en el radio urbano de Gorbea y, si bien ya no recolecta su propia greda ni invierte parte de su tiempo en la compleja logística que implica extraerla, lo fundamental es el espíritu y el respeto con que se debe desarrollar una reproducción arqueológica mapuche, en donde para ella el valor está puesto en la relación con el objeto y su significado cultural y patrimonial. No obstante, preferiría usar gredas locales y no las pastas de gredas importadas, asumiendo su condición de no tener un lugar dónde extraer la greda. Frente a esto, su propuesta está dirigida a realizar proyectos de investigación que puedan detectar suelos aptos para la obtención de gredas y, de esta manera, abrir una posible relación comercial con aquellas personas que estén dispuestas a participar y vender esta materia prima.
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